jueves, 11 de febrero de 2016

Renovar o morir, y (La inmutabilidad del cambio).

El recuerdo de mi primer postre que, aunque no sé si fue el originario, sí fue el primero que arraigó en mi palacio de la memoria como si fuera un recuerdo elemental, me ronda estos días por la cabeza.
Me hace pensar que en esta edad de oro de la gastronomía española en la que todo está en constante cambio, se ve influida por modas y tendencias, y la repostería no iba a ser menos. Nos satisfacen la parte más golosa de nuestra gula con postres que se reparten entre el gusto y la vista. Entonces, ¿Qué pasa con esos postres de la infancia que no han sido capaces de pasar el tamiz?
Recuerdo con verdadera nostalgia como en mi casa, en un pequeño pueblo de Zamora, cuando era pequeño hacía con mi madre lo que para mí era la mejor golosina.
En mi memoria permanecen hasta hoy  los mantecados que normalmente se hacían después de las matanzas ya que entre los ingredientes había una cantidad considerable de manteca de cerdo. También por esa época era muy común el bollo de chicharro (o chicharrones).
Las flores de carnaval aunque aún siguen siendo un clásico vivo las sentía con una magia especial porque se hacen con un hierro en forma de flor y el proceso de elaboración me resultaba hipnotizante.
Pero el premio gordo, el postre predilecto, era para un flan muy peculiar, el flan de calostros. En los pueblos era común consumir la primera leche de la vaca tras el parto, esa leche llamada calostro tiene la peculiaridad, además de ser bueno para el sistema inmunológico, de ser rico en proteínas, minerales, sodio, potasio, vitaminas A y E, y  carotenoides, con una escasa proporción de carbohidratos, grasa y lactosa.
Ahora volviendo al origen de mi pensamiento, veo como los mantecados y las flores de carnaval siguen aguantando el tirón como unos clásicos de peso, el bollo de chicharro apagándose y completamente ha desaparecido (si alguna vez existió) ese flan de calostros.
La reinvención constante de nuestros dulces y postres es obligada, nos aburre el formato, cambian nuestros gustos y nuestra alimentación (cada día más cuidada). Ya no prima solo el sabor ahora los dulces se exponen en escaparates y necesitan llamar la atención de una sociedad que vive con prisa. Venden los postres llamativos, llenos de colores, o en su defecto con un cambio de formato. Lo cierto es que nos aburre lo tradicional pero nos cuesta desprendernos de ello  porque es ahí donde reside el origen del sabor.

"Todo termina a fin de que todo vuelva a empezar; todo muere a fin de que todo reviva." (J.H.C. Fabre)
Por David Tejedor Valle.

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